CARLOS NORBERTO RODRIGUEZ

                   

¡SI FUESE ALUCINADO!

         
Tender la mando con los ojos cerrados,
hasta volver a abrirlos sobre la misma mano,
y sentir que los hombros se inclinan en un arco.
Hallar la boca transformada en roca,
colérica guardiana de las prensas;
y la lengua como un arpón quebrado,
con su punta sedienta,
y el silencio como revelación del último consuelo.     
Sentir el infortunio después de la exigencia,
la sensibilidad como una pesadilla.
No haber visto a la doncella moribunda vibrar en un suspiro,
ni al anciano postrado dejando su ateísmo,
ni al leproso encendido olvidar su repudio.
Tender la mano con los ojos cerrados,
y encontrar sólo el espíritu abatido de la nada.