Apuntes alrededor de la Ciencia: |
GOOGOL: HACIA EL INFINITO, |
...PERO MAS ACÁ |
por Fernando Pedró |
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Desde que los antiguos indos encontraron el concepto
de infinitud, varios hombres de los que alcanzaron categoría de sabios
nos alertaron sobre el escarpado camino hacia él. Aristóteles nos dijo
que es imposible la existencia de un infinito absoluto. Descartes rehusaba
ocuparse del infinito y Gauss, que fuera llamado el “Mozart de los matemáticos”,
se oponía al uso de toda cantidad infinita en sentido definidor, como
algo que en matemáticas no debiera permitirse jamás. Paralelamente, la palabra
infinito se utilizó sin discreción para designar números
“extremadamente” grandes. Los granos de arena que hay en una playa (o
mejor, en todas las playas del mundo), o las gotas de lluvia que caen
sobre la superficie de la Tierra en un siglo, son cantidades a las que
muchos no dudarían en darle ese calificativo. Sin embargo, ambas son
inferiores a un googol. Este número, que no es más que un uno
seguido de cien ceros, le debe su nombre a un niño de nueve años,
sobrino del matemático Edward Kasner. Más tarde alguien le puso nombre a
un número todavía mayor: el googolplex (un uno seguido de un googol de
ceros). Pero, ¿tienen aplicación práctica estos números? Carl Sagan en
la serie Cosmos, escribió en un pedazo de papel un googol. Luego lo tomó
entre sus manos y mostrándolo a la cámara informó que un googol de esos
pedazos de papel no entrarían en el universo. Se calcula que las partículas que
componen el universo conocido no llegan a 10 elevado a la potencia de 80
(menor que un googol), y si el espacio estuviese lleno de neutrones, los
mismos ascenderían a 10 a la 128. Sin embargo, el mismo Kasner nos dice
que estos números bien podrían tener aplicación en problemas de
probabilidades. Un ejemplo: “si sostenemos un
cordel con un libro suspendido en el otro extremo, ¿cuánto tiempo será
necesario esperar antes de que el libro salte a nuestra mano? ¿concibe
que ello pueda suceder alguna vez? Una respuesta sería: no, eso jamás
ocurrirá a menos que intervenga alguna fuerza exterior. Pero eso no es
correcto, La contestación correcta es que eso sucederá, casi con
certeza, en algún tiempo, antes de que transcurra un googolplex de años
– quizás mañana. (...) hay que esperar el momento favorable en el que
un enorme número de moléculas bombardee el libro por debajo y muy pocas
por encima, entonces la gravedad será vencida y el libro se levantará.”[1]
El googol y el googolplex son
verdaderamente grandes pero sus sueños de infinitud se estrellan contra
el piso del mismo modo que el vuelo de Buzz Lightears. Un número es infinito cuando es mayor que toda cantidad dada, por grande que esta sea. Recién a fines del siglo XIX, mientras Caroll nos legaba la peripecias de Alicia, los matemáticos hacían el ingreso al País de las Maravillas infinitas, gracias a los trabajos de Cantor[2] y la recientemente inventada Teoría de Conjuntos. Cantor definió la clase infinita como aquella que “tiene como única propiedad la que el todo no es mayor que algunas de sus partes”.
El álgebra del infinito escapa a las reglas
"finitas" de las cuatro operaciones de cálculo elemental. Lo infinito no aumenta al aumentarle una
cantidad por grande que esta sea, ni disminuye si se la sustrae. Del mismo
modo, tampoco cambia con la multiplicación o la división. Justamente si
no se tiene en cuenta esta característica comienzan a surgir las
innumerables paradojas que han sorprendido a los hombres en todas las épocas,
producto de aplicar reglas que son válidas en un contexto pero carecen de
sentido en otros. [1]
Kasner, Edward – Newman, James: “Mathematics and the imagination” [2]
Al mismo tiempo Weierstrass resolvía los problemas de lo
“infinititamente pequeño” o infinitesimal y dejaba descansar en
paz a Zenón. Los dos matemáticos le deben mucho al clérigo Bernhard
Bolzano cuya obra póstuma “Las paradojas del infinito”, fue
editada en 1851 y despejó el camino de la investigación de ambos. |
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