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ALBERTO GRECO |
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EL ÚLTIMO HÉROE MODERNO |
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por María Cecilia Guerra Lage |
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Corría el año
1962 en París y a un joven argentino que se contaba entre los integrantes
de la vanguardia plástica se le ocurrió la idea de encerrar en un círculo
de tiza a los transeúntes que chocaban con él por la calle, señalándolos
como obra de arte de su autoría. Así, hoscas señoras saliendo del
mercado, policías en graciosas motonetas, taciturnos viajantes a la
espera de su omnibus y hasta la misma Jackie Kennedy fueron retratados
como "Vivo Ditos". |
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Podría pensarse a
los vivo ditos como el gesto inverso al que realizaba Andy Warhol, quien
colocaba los objetos de la vida cotidiana en el museo. Ambos hacen alusión
a la mercantilización del arte, pero los caminos para efectuar su crítica
son inversos. Warhol presenta los objetos despojados de su mundo vital
originario, es decir, en las salas de los museos; mientras que el gesto de
Greco persigue restaurar el valor hermenéutico al señalar situaciones o
personas en su contexto vital. Frederic Jameson establece una diferenciación entre la obra de Warhol Diamond Dust Shoes y la obra de Van Gogh donde pinta las botas de un campesino, para oponer la figura de lo posmoderno a lo moderno. El autor sostiene que Warhol es posmoderno porque su obra está constituida por una mutación en el propio mundo objetivo, convertido en un conjunto de textos y simulacros, expresado en la gélida elegancia de los rayos X. La obra así hace alusión a un nuevo tipo de ausencia de profundidad, un nuevo tipo de superficialidad donde el énfasis estará puesto en el lenguaje más que en el contenido y ello será lo que constituiría una de las características de lo posmoderno. |
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Siguiendo el
pensamiento de Jameson, Greco sería entonces un artista más próximo a
la modernidad, en tanto se propone a través de un gesto utópico,
re-encontrar el arte y la vida, dedicándose al señalamiento del mundo
real como obra de arte. Sin embargo, también puede comprenderse a la
reapropiación de las situaciones y de las personas como obra en otra
dirección, es decir, como respuesta a la crisis de profundidad característica
de lo posmoderno. Despreciando al signo vacío, a la mera representación,
el vivo dito combate la ausencia de objeto que ya prefiguraba el comienzo
de la posmodernidad. Y es que en la obra de Greco se entremezclan rasgos emergentes, que podrían considerarse respuestas anticipadas a los problemas que plantea la posmodernidad; y elementos más antiguos que encuentran su matriz en la modernidad. Su heroicidad, enclavada en la voluntad utópica del reencuentro del arte con la vida, cuando el fracaso de las primeras vanguardias se hacía evidente, procede del espíritu moderno tal como Marshall Berman lo ha descripto. Este último señala que lo crucial del heroísmo moderno es que surge en las situaciones de conflicto que impregnan la vida cotidiana. En el caso de Greco, es a partir del conflicto con lo institucional que se construye como artista y construye sus manifestaciones; es a sabiendas de la inevitable canonización y neutralización académica de las prácticas y obras de vanguardia que inicia su tentativa utópica. Conflicto histórico de las neovanguardias cuyo escenario crítico es la posmodernidad; conflicto cotidiano cuya expresión son las revueltas y polémicas que habitualmente solía provocar contra sí mismo, convirtiéndose en autor y víctima de ellas. |
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Para Luis Felipe Noé,
Greco era tanto un farsante
como un ángel
liberador de los prejuicios de una
sociedad cerrada y pacata. Era un farsante porque "sentía
la vida como una gran farsa en la que un día es algo que al día
siguiente está lejos de serlo". Sus gestos provocadores
lo constituían como un héroe que intentaba liberar al hombre de la
formalidad vacua. Greco vivía en conflicto porque al generar la provocación
era acusado de farsante, se convertía en un factor irritante y se volvían
contra él los artistas, críticos y público. Pero el provocador, en un
gesto heroico, persigue justamente el rechazo, al tiempo que esconde su
voluntad de dominio al pretender abrazar al otro en su reacción, allí
cuando el mundo se le vuelve en contra. Así, Greco podría
encarnar la figura del último héroe moderno, recordando a Baudelaire;
ambos, sobre el trasfondo de una multitud parisina suspirante
y lánguida se destacan y nacen a
partir de una identidad construida sobre el conflicto. Baudelaire escribirá
sobre las contradicciones de lo moderno, sobre las peripecias cotidianas
que suceden en los cafés de París, en las tabernas y en la calle; Greco
ya no representará
este mundo, sino que se dedicará a presentarlo,
a encerrarlo en un círculo de tiza, allí cuando las palabras o las
formas se declaran infieles al suceso, allí cuando el mundo comienza a
cerrarse al signo. Greco podrá asumir las mil caras del héroe; será flâneur, apache, trapero, dandy y cualquier otro porque, tal como lo entendía Walter Benjamin, "la heroicidad moderna se acredita como un drama en el que el papel de héroe está siempre disponible". Será flâneur al vagabundear por la ciudad, el bulevar será su vivienda, "estará en su casa entre fachadas, al igual que el burgués entre cuatro paredes". Se convertirá en un observador mudo y extrañado, esperando al acecho de un acontecimiento o una persona que pueda ser rescatada del continuum suceder de la calle. Greco será también apache, en tanto abjurará de las virtudes y de las leyes, rescindirá el contrato social y construirá su existencia separada del burgués, al que mirará extrañado. Será trapero al rescatar lo que la ciudad arroja a la calle, lo que la ciudad pierde, todo lo que desprecia; y hará de esos troncos quemados, esas chapas oxidadas y tomadas de la oscuridad, una obra. Para Baudelaire, la actividad del trapero es similar a la del poeta, quien "aparta las cosas, lleva a cabo una selección acertada, se porta como un tacaño con su tesoro y se detiene en los escombros que entre las mandíbulas de la diosa industria adoptarán la forma de cosas útiles y agradables". Desde la escoria son elevados los objetos al estatus de arte, así como los transeúntes son señalados como obra. Se preguntará Benjamin entonces si no es más bien héroe el poeta que edifica su obra con esa materia; y se responde que es así como lo concede la teoría de lo moderno. Baudelaire descubre que el aura de la pureza y de la sacralidad artística es solamente incidental, no esencial para el arte, y que para la poesía puede darse igual de bien, y quizá mejor, al otro lado del bulevar, en esos lugares bajos, poco poéticos. Esta es una de las paradojas de la modernidad que descubre Berman en la obra de Baudelaire: los artistas son más profunda y auténticamente poéticos al hacerse más parecidos a los hombres corrientes. Greco no había leído a Berman, sin embargo, también habitaba en esta paradoja; "vivo con el pueblo que es con el único que siento que respiro", escribía.Y por último, Greco también será un dandy, que coqueteará con la elite burguesa, pasando muchas veces de la miseria y sordidez al halago de las sociedades más cerradas, como lo recuerda Noé. He aquí otra paradoja: era la misma elite la víctima de su arte y la que lo erigía como ángel liberador. |
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Pero ¿cómo se
puede encarnar a un trapero y a un dandy al mismo tiempo? Las dos imágenes
pueden residir juntas y en conflicto, porque esta contradicción es la
contradicción inherente a la esencia de lo moderno. Greco, al igual que
Baudelaire, estaba encandilado por "la pompa de la vida", por un
lado; y al mismo tiempo despreciaba el éxito y la notoriedad. No era el
único que yacía en esta contradicción. Benjamin, en sus escritos sobre
Baudelaire y París también es víctima de este dualismo. Berman observa
que "su corazón y su sensibilidad lo arrastran irresistiblemente
hacia las brillantes luces, las hermosas mujeres, la moda, el lujo de la
ciudad, su juego de deslumbrantes superficies y escenas radiantes;
mientras tanto, su conciencia marxista le arranca insistentemente
de esas tentaciones, le dice que todo este mundo refulgente es
decadente, hueco, vicioso, espiritualmente vacío, opresivo para el
proletariado, condenado por la historia". Más allá de Greco, la
vanguardia argentina de los sesenta tampoco estaría exenta de este rasgo
moderno, quedando atrapada entre su necesidad de enfrentar al sistema y el
deseo de lograr éxito y reconocimiento. Noé confesará años más tarde
que él y su grupo intentaban tener éxito con el mismo público al cual
agredían.
Así, Greco librará una lucha callejera contra los
fantasmas modernos, pero en una calle ya transformada por la posmodernidad,
lo cual le exigirá tomar otras armas. Se alejará del signo, de la
representación, y se apertrechará, con sus contradicciones y paradojas,
en la fugacidad del instante, con la modesta intención de encerrar lo
real. |
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Bibliografía Baudelaire, Charles;
"Curiosidades Estéticas", Charles
Baudelaire. Obras,
Aguilar, México, 1963, pp 445-645 Benjamin, Walter; Iluminaciones II. Baudelaire, Un poeta en el esplendor del capitalismo,
Taurus, Madrid, 1972 Berman, Marshall; "Baudelaire: El modernismo en
la calle", Todo lo sólido se
desvanece en el aire. La experiencia de la modernidad, Siglo XXI,
Buenos Aires, 1989, pp 129-173 Jameson, Frederic; Teoría
de la postmodernidad, Trotta, Madrid, 1998 Noé, Luis Felipe; Artes Plásticas Argentinas, Sociedad Anónima, Cuadernos
Hispanoamericanos, Nº517-9, ICI, Julio-Septiembre de 1993 |
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Ilustraciones Alberto Greco Andy Warhol Vincent Van Gogh Alberto Greco Alberto Greco Alberto Greco |
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