DIALÉCTICA DEL OLVIDO |
por Jorge Vigo |
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En nuestra nota anterior: Historia
y memoria, afirmábamos la existencia de una política del
olvido como un acontecimiento encarnado en un cuerpo: el colectivo
social que busca olvidar aquello que no está dispuesto a asumir. Si
reconocemos que el olvido es, al igual que la memoria, fundador, no
podemos dejar de percibir que la política, es decir el uso que se busca
del olvido, nunca es neutro. Por lo tanto se encuentra al servicio de
una voluntad que quiere olvidar, no recordar, anclarse en la amnesia.
Ahora
la pregunta que se impone es: Si nuestra identidad personal depende de
nuestras recuerdos, ¿qué efectos producen nuestros olvidos?
La
identidad personal esta asociada con la memoria y, por lo tanto, es
Debemos
aceptar que la facultad de olvidar implica el pleno ejercicio de la
memoria, la operación inversa es imposible. No podemos olvidar lo que
no recordamos, sería una doble negación y, por lo tanto, constituye
una afirmación. Ejercemos la memoria y ella constituye un pilar de la
historia, para mantenernos humanos, reconociendo que el ejercicio de la
memoria tampoco es neutro y si implica un desgarro metafísico.
Cuando
recuerdo soy, cuando olvido no soy; me niego humano, me bestializo,
porque el olvido conlleva la abolición de la Historia, es un borrón
sin rastro. Sabemos a partir de Freud (Psicopatología
de la vida cotidiana) que los olvidos no se deben
exclusivamente a alguna limitación o defecto en el funcionamiento del
aparato de la memoria, antes, más bien a las sutilezas del inconsciente
y sus mecanismos represores.
La
memoria se vincula estrechamente con la identidad personal. Soy yo y la
conciencia de ser yo mismo, una persona, de ser el mismo, es la
experiencia básica del yo en tanto estructurante de una persona. El
olvido, entonces, juega el rol de anular ese yo, ese yo mismo, en
definitiva destruye el fundamento constitutivo del yo. Es evidente que
se trata aquí de la identidad personal y de su comprensión filosófica.
John Locke en su Ensayo
sobre el entendimiento humano dice acerca de las personas
como seres pensantes e inteligentes, poseedores de razón y reflexión "que
se pueden considerar a sí mismas como sí mismas, como la misma cosa
pensante, en tiempos y lugares diferentes". Luego Locke
se interroga sobre la consistencia de la identidad personal: "es
decir la mismidad de un ser racional" y su respuesta
iluminadora y original es que consiste en la conciencia que acompaña al
pensar "en tanto esa conciencia se extiende hacia
atrás a toda acción o pensamientos pasados". Lo que
Locke nos dice en forma clara y concisa es que la identidad personal se
explica por la memoria, en términos de lo recordado o lo recordable.
Esta afirmación involucra eminentemente a la moral. Porque en este
sentido una persona es un agente moralmente responsable susceptible de
merecer un castigo si corresponde.
Proyectar
la afirmación de Locke al plano social significa asumir un compromiso
que involucra la vida comunitaria y, por lo tanto, genera valores,
sentimientos y experiencias comunes a los miembros del grupo. |