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por Raul Lavalle |
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La poesía italiana en el tiempo; Del Medioevo a nuestros días es una útil antología, bilingüe, con selección, traducción e introducción de Antonio Aliberti.[1] Encuentro unas pocas cosas para comentar, para lo cual tomo como ejemplo nada más un poema de Tommaso Campanella (1568-1639):
Soneto que Aliberti traduce así:
Antonio Aliberti (n. en 1938) es poeta, narrador, traductor y crítico literario. Colabora en suplementos literarios, es corresponsal de tres revistas italianas, ha recibido varios premios importantes, escribió muchos libros de poesía y tradujo alrededor de treinta obras. No hay duda de que es un hombre que sabe lo que hace. El hecho de publicar una antología bilingüe de poesía italiana es de por sí meritorio. Con todo, me permito hacer algunas observaciones sobre el poema citado. El plan es sencillo. Una introducción llamada “La poesía italiana en el tiempo” (pp. 7-29) nos da algunas nociones generales básicas y también los datos mínimos para ubicar a cada autor elegido. Creo que la selección de poetas es muy buena. Después vienen, en páginas enfrentadas, los textos italiano y español. En el caso de Campanella que nos ocupa, unas pocas líneas nos dan lo que necesitamos para entender los dos sonetos incluidos (Io, che nacqui dal Senno e da Sofia y el que reproducimos): “Su poesía refleja no sólo convicciones religiosas y filosóficas, sino un profundo contraste con el poder de su tiempo” (p. 19). De todos modos, me permito dar mi humilde parecer acerca de la traducción. Primero, no coincido con el uso de ‘Dios’ para traducir Temi. Posiblemente Aliberti no quiso complicar al lector con mitologías, pero una breve nota sobre la diosa griega de la justicia habría bastado. Segundo, decir que el amor propio es ‘hijo probo’ de la ignorancia es por lo menos innecesario, sobre todo si en español tenemos expresiones como “digno hijo de su padre” o “digno hijo de su época.” Aquí una traducción literal no sería dura en español ni alargaría el verso. Por último, ‘lo oscuro’ para traducir l’ignoranza pudo haberse debido a un intento de evitar la repetición de ‘ignorancia’ (v. 13). Pero tal repetición está en el propio Campanella. Un caso aparte podría ser el de Senno, ‘juicio’, ‘prudencia’, ‘sabiduría’. Aunque mi italiano es solo de lectura, no entiendo cómo esta palabra puede ser traducida ‘Ceño’, que es definida por la Academia como “demostración o señal de enfado y enojo, que se hace con el rostro, dejando caer el sobrecejo o arrugando la frente.” Ninguna otra acepción tiene que ver con ‘cordura’ o ideas afines. En suma, algunas cosas como estas hay en la presente antología. Versiones más ajustadas –no digo pedestres– habrían sido más de mi agrado; esto siempre será discutible, porque poesía es misterio. Pero no considero recomendable hoy una traducción sin notas (no hay ninguna en todo el libro). Pueden ser notas sencillas, si la obra está dirigida a un público general, como es del caso. Con todo, mis reparos no empañan los elogios que merece un trabajo digno como el de Aliberti.
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