Asterión XXI

Revista cultural

           

 

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DOSSIER CORTÁZAR

                                                                 

por Patricia Calabrese

    

                

   El libro de poemas de Julio Cortázar (1914-1984) denominado Salvo el crepúsculo toma su título de un haiku –término japonés con que se designa un breve poema formado por diecisiete sílabas distribuidas en tres versos – de Matsuo Bashoo (1644-1694):  Este camino / ya nadie lo recorre / salvo el crepúsculo. La obra es el resultado de la particular combinación de poemas y de prosa que, según el autor, “se potencian recíprocamente”. Armar el texto fue, para Cortázar, mover las manos como lo hace un rabdomante con su vara de avellano, para descubrir en las napas del tiempo pameos, meopas, prosemas que, de tanto en tanto, dan una  ráfaga de alegría cuando se dejan acariciar por la nueva lectura. Todo el libro está hilvanado por fragmentos poéticos de diferentes autores, algunos de ellos: Marguerite Yourcenar, Haroldo de Campos, Vicente Huidobro, Homero Manzi, John Keats, José Lezama Lima, Octavio Paz, Georg Trakl, Guillaume Apollinaire, César Vallejo, Matsuo Bashoo, Pedro Salinas, Olga Orozco y otros.

Selección de Poemas y texto

Para escuchar con audífonos (fragmento) (Arrimos)
Para leer en forma interrogativa (De edades y tiempos)
Milonga (Con tangos)
Happy new year (Ars amandi)
1. (Cinco últimos poemas para Cris)
El futuro (El nombre innominable)
Doble invención (Salvo el crepúsculo)
Ley del poema (Preludios y sonetos)
Resumen en otoño (De antes y después)

                 

Para escuchar con audífonos (fragmento)

Cómo no pensar, después, que de alguna manera la poesía es una palabra que se escucha con audífonos invisibles apenas el poema comienza a ejercer su encantamiento. Podemos abstraernos con un cuento o una novela, vivirlos en un plano que es más suyo que nuestro en el tiempo de lectura, pero el sistema de comunicación se mantiene ligado al de la vida circundante, la información sigue siendo información por más estética, elíptica, simbólica que se vuelva. En cambio el poema comunica el poema, y no quiere ni puede comunicar otra cosa. Su razón de nacer y de ser lo vuelve interiorización de una interioridad, exactamente como los audífonos que eliminan el puente de fuera hacia adentro y viceversa para crear un estado exclusivamente interno, presencia y vivencia de la música que parece venir desde lo hondo de la caverna negra.

Nadie lo vio mejor que Rainer María Rilke en el primero de los sonetos a Orfeo:

       
                O Orpheus singt! O Hoher Baum im Ohr!
                Orfeo canta. ¡Oh, alto árbol en el oído!
              
Arbol interior: la primera maraña instantánea de un cuarteto de Brahms o de Lutoslavski, dándose en todo su follaje. Y Rilke cerrará su soneto con una imagen que acendra esa certidumbre de creación interior, cuando intuye por qué las fieras acuden al canto del dios, y dice a Orfeo:
              
                 da shufst du ihnen Tempel im Gehör
                 y les alzaste un templo en el oído.
             
Orfeo es la música, no el poema, pero los audífonos catalizan esas “similitudes amigas” de que hablaba Valéry. Si audífonos materiales hacen llegar la música desde adentro, el poema es en sí mismo un audífono del verbo; sus impulsos pasan de la palabra impresa a los ojos y desde ahí alzan el altísimo árbol en el oído interior.
                   

                       (de Arrimos)

             

 

         

Para leer en forma interrogativa
             
Has visto
verdaderamente has visto
la nieve los astros los pasos afelpados de la brisa
Has tocado
de verdad has tocado
el plato el pan la cara de esa mujer que tanto amás
Has vivido
como un golpe en la frente
el instante el jadeo la caída la fuga
Has sabido
con cada poro de la piel sabido
que tus ojos tus manos tu sexo tu blando corazón
había que tirarlos
había que llorarlos
había que inventarlos otra vez.
                           

                         

                         (de De edades y tiempos)

                               

   

  

Milonga 
El Tata Cedrón cantó esta milonga con música de Edgardo Cantón
       
Extraño la Cruz del Sur

cuando la sed me hace alzar la cabeza
para beber tu vino negro medianoche.
Y extraño las esquinas con almacenes dormilones
donde el perfume de la yerba tiembla en la piel del aire.
            
Comprender que eso está siempre allá
como un bolsillo donde a cada rato
la mano busca una moneda el cortapluma el peine
la mano infatigable de una oscura memoria
que recuenta sus muertos.
             
La cruz del Sur el mate amargo.
Y las voces de amigos
usándose con otros.
             
Cuando escribí este poema todavía me quedaban amigos en mi tierra; después los mataron o se perdieron en un silencio burocrático o jubilatorio, se fueron silenciosos a vivir al Canadá o a Suecia o están desaparecidos y sus nombres son apenas nombres en la interminable lista. Los dos últimos versos del poema están limados por el presente: ya ni siquiera puedo imaginar las voces de esos amigos hablando con otras gentes. Ojalá fuera así. ¿Pero de qué estarán hablando, si hablan?
                  

                (de Con tangos)

                   

 

  

Happy new year  
  
Mira, no pido mucho,
solamente tu mano, tenerla
como una sapito que duerme así contento.
Necesito esa puerta que me dabas
para entrar a tu mundo, ese trocito
de azúcar verde, de redondo alegre.
¿No me prestas tu mano en esta noche
de fin de año de lechuzas roncas?
No puedes, por razones técnicas. Entonces
la tramo en aire, urdiendo cada dedo,
el durazno sedoso de la palma
y el dorso, ese país de azules árboles.
Así la tomo y la sostengo, como
si de ello dependiera
muchísimo del mundo,
la sucesión de las cuatro estaciones,
el canto de los gallos, el amor de los hombres.
            

                        (de Ars amandi)

       

    

1.
     
Ahora escribo pájaros.
No los veo venir, no los elijo,
de golpe están ahí, son esto,
una bandada de palabras
posándose
           una
                    a
                          una
en los alambres de la página,
chirriando, picoteando, lluvia de alas 
y yo sin pan que darles, solamente
dejándolos venir. Tal vez
sea eso un árbol
        
o tal vez
el amor.
           

(de Cinco últimos poemas para Cris)

      

     

El futuro

              
  
Y sé muy bien que no estarás.
No estarás en la calle, en el murmullo que brota de noche
de los postes de alumbrado, ni en el gesto
de elegir el menú, ni en la sonrisa
que alivia los completos en los subtes,
ni en los libros prestados ni en el hasta mañana.
            
No estarás en mis sueños,
en el destino original de mis palabras,
ni en una cifra telefónica estarás
o en el color de un par de guantes o una blusa.
Me enojaré, amor mío, sin que sea por ti,
y compraré bombones pero no para ti,
me pararé en la esquina a la que no vendrás,
y diré las palabras que se dicen  
y comeré las cosas que se comen
y soñaré los sueños que se sueñan
y sé muy bien que no estarás
ni aquí adentro, la cárcel donde aún te retengo,
ni allí fuera, este río de calles y de puentes.  
No estarás para nada, no serás ni recuerdo,  
y cuando piense en ti pensaré un pensamiento  
que oscuramente trata de acordarse de ti.  
                    

(de El nombre innominable)

     

   

Doble invención
      
Cuando la rosa que nos mueve
cifre los términos del viaje,
cuando en el tiempo del paisaje
se borre la palabra nieve,
         
habrá un amor que al fin nos lleve
hasta la barca de pasaje,
y en esta mano sin mensaje
despertará tu signo leve.
    
Creo que soy porque te invento,
alquimia de águila en el viento
desde la arena y las penumbras,
      
y tú en esa vigilia alientas
la sombra con la que me alumbras
y el murmurar con que me inventas.
                 

(de Salvo el crepúsculo)

    

  

Ley del poema

            
  
Amargo precio del poema,
las nueve sílabas del verso;
una de más o una de menos
lo alzan al aire o lo condenan.
             
Somos el ajedrez de un río,
el naipe siempre entre dos lumbres;
caen las caras y las cruces
a cada curva del camino.
               
Cae en el verso la palabra,
en el recuerdo llueve el llanto,
cae la noche, cae el pájaro,  
todo es caída amortiguada.             
   
¡Oh libertad de no ser libre,
golpe de dados que desata
la sigilosa telaraña  
de encrucijadas y deslindes!
   
Como tu boca a la manzana,
como mis manos a tus senos,
irá la mariposa al fuego  
para danzar su última danza.  
           

(de Preludios y sonetos)

      

Resumen en otoño

     

En la bóveda de la tarde cada pájaro es un punto del recuerdo.
Asombra a veces que el fervor del tiempo
vuelva, sin cuerpo vuelva, ya sin motivo vuelva;
que la belleza, tan breve en su violento amor  
nos guarde un eco en el descenso de la noche. 
             
Y así, qué más que estarse con los brazos caídos,
el corazón amontonado y un sabor de polvo
que fue rosa o camino.
El vuelo excede el ala.  
Sin humildad, saber que esto que resta
fue ganado a la sombra por obra de silencio;
que la rama en la mano, que la lágrima oscura
son heredad, el hombre con su historia,
la lámpara que alumbra.

               

     (de De antes y después)

   

   

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