Asterión XXI

Revista cultural

           

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ROSENCRANTZ Y GUILDENSTERN
¿AMIGOS DE HAMLET?

 

por Verónica Andrea Ruscio

      

         

INTRODUCCION

  Pocos personajes han sido tan desdeñados por la crítica como Rosencrantz y Guildenstern.  Se ha dicho que son simples adulones, “perritos falderos”, cortesanos bobos y se los ha dejado de lado por su falta de importancia. Sin embargo, son unos de los primeros en tratar de ayudar a Hamlet en su tan raro estado y, más tarde, en sufrir en persona su venganza. Porque, gracias a Polonio y a ellos, Hamlet se da cuenta de que puede matar y decide hacer efectiva la venganza mayor a partir de sus muertes.

  En la siguiente investigación, intentaré probar que ambos personajes funcionan como una especie de resorte para la decisión de Hamlet de tomar venganza. Demostraré que no son simples personajes lisonjeros que corren con presteza detrás de los reyes y, finalmente, en qué medida Rosencrantz y Guildenstern son amigos de Hamlet.
        

    

UNA MISION PARA DOS AMIGOS
   

  Rosencrantz y Guildenstern aparecen por primera vez en el segundo acto, en la escena segunda. Acuden a Elsenor por un pedido de los reyes de Dinamarca, quienes, preocupados por la salud o estado de Hamlet, los encomiendan a que lo entretengan y que intenten averiguar la causa de su mal. La escena segunda presenta, con un par de pinceladas, la situación del reino de Dinamarca. Vemos a unos reyes rodeados del lujo y fatuidad de la corte, un príncipe aquejado por un mal que no confiesa y un grupo de actores que serán “the thing / wherein I'll (Hamlet) catch the conscience of the king”. (1) 

  En el acto anterior, hemos visto al espectro pedirle a Hamlet que vengue su muerte. El primer acto introduce el tema de la venganza y por eso las escenas son más bien oscuras tanto porque la mayoría transcurre de noche como por la aparición del espectro. Se trata de escenas de gran tensión dramática por lo cual Shakespeare después relaja a su público con escenas cortesanas y de bienvenidas, contexto en el que aparecen Rosencrantz y Guildenstern.

 Pero, ¿quiénes son estos dos hombres que fueron mandados a llamar especialmente para que estuvieran al lado de Hamlet? Para la tarea que les encargan, se necesitan hombres de confiar y que sean lo suficientemente cercanos a Hamlet como para que se sincere con ellos. El rey dice que fueron “of so young days brought up with him, / and sith so neighbour'd to his youth and havior” (2) y más tarde la reina agrega que “he (Hamlet) hath much talk'd of you; / and sure I am two men there are not living / to whom he more adheres” (3). Estas palabras hablan de hombres nobles y gentiles pero bien pueden ser palabras falsas que intentan adularlos para que accedan al pedido real.

  Esto sería cierto si el mismo Hamlet las contradijera, pero, cuando se produce el encuentro con ellos, en el mismo acto, los recibe con palabras similares, que confirman las  de los reyes: “My excellent good friends!”, “good lads”, “my good friends”, “gentlemen” (4), y por último “My good friends, I'll leave you till night: you are welcome to Elsinore.” (5).  Además, si los confrontamos con Polonio, un personaje verdaderamente adulador y falso, debemos tener en cuenta que Hamlet, cuando se va Polonio, en el acto segundo, escena segunda, comenta “These tedious old fools!” (6) y que no hace lo mismo con Rosencrantz y Guildenstern.

  Cuando Hamlet les pregunta por qué motivo están en Elsenor, intenta exhortarlos a que digan la verdad invocando su amistad: “by / the rights of our fellowship, by the consonancy of / our youth, by the obligation of our ever-preserved / love”. (7) La confesión es inevitable: Hamlet los supera en retórica.

  Rosencrantz y Guildenstern son hombres bien intencionados. Por un lado, quieren ayudar a los soberanos; por otro, a Hamlet. Para cumplir con los primeros, deben iniciar una suerte de investigación, deben sondear el alma de Hamlet y descubrir qué lo aqueja; para cumplir con su amigo, deben acompañarlo y hacerlo olvidar de su pena. No saben ni sospechan que los reyes están involucrados en un crimen; obedecerles es parte de su papel de súbditos. La misión que les es encomendada es, para ellos, producto de la natural preocupación de los reyes y cuando Hamlet los incita a decir la verdad, les parece razonable confesar que “My lord, we were sent for.” (8)

  Rosencrantz y Guildenstern quedan en el medio de dos fuegos, los reyes y Hamlet, y tratan de llevar a cabo su trabajo lo mejor que pueden. Pero quedan atrapados en una red de intrigas porque son los únicos (entre los reyes y Hamlet) que no saben qué ha pasado y no tienen medios para averiguarlo. Los reyes están por encima de ellos en poder y malicia; Hamlet, en perspicacia. Así, los amigos de infancia de Hamlet se convierten en marionetas que ignoran que lo son.

     

EMBAJADA A HAMLET

  El comportamiento de Hamlet y la presencia de Rosencrantz y  Guildenstern para acompañarlo recuerdan el de Aquileo y la embajada enviada para convencerlo.  Existen diferencias grandes en los motivos de unos y otros pero, aun en la desigualdad, se pueden trazar líneas de comparación.  

  Hamlet y Aquileo se aíslan, el primero, para meditar, el segundo, por cólera. Ambos son reclamados de alguna forma; Hamlet actúa de modo extraño y los reyes quieren que vuelva a ser el de siempre, Aquileo ha dejado de luchar y Agamenón quiere convencerlo de que vuelva a luchar.  Sendas embajadas están compuestas por hombres cercanos en afecto a los protagonistas y tanto una como la otra fallan. Hamlet y Aquileo saben que no van a claudicar pero se abren a sus amigos y les dicen cómo se sienten.

  Hamlet, aunque los ha descubierto y los hace confesar la verdad, no sólo los trata con afecto, sino que les revela su estado de ánimo:  

      

    

“I have of late--but
wherefore I know not--lost all my mirth, forgone all
custom of exercises; and indeed it goes so heavily
with my disposition that this goodly frame, the
earth, seems to me a sterile promontory, this most
excellent canopy, the air, look you, this brave
o'erhanging firmament, this majestical roof fretted
with golden fire, why, it appears no other thing to
me than a foul and pestilent congregation of vapours.
What a piece of work is a man! how noble in reason!
how infinite in faculty! in form and moving how
express and admirable! in action how like an angel!
in apprehension how like a god! the beauty of the
world! the paragon of animals! And yet, to me,
what is this quintessence of dust?”
(9)

  

  El diálogo que se da entre los tres es ameno y muy dinámico.  Charlan como buenos amigos sobre los actores y Hamlet se relaja con ellos. Ya no lo vemos tan sombrío como antes, sino cordial y buen anfitrión. Hamlet sabe que ellos no están a la altura de su mal y que, aunque les confiese su estado de ánimo, aunque les muestre su alma y su lucha entre la vida y la muerte, no lo van a entender y, una vez más como a otros, les dice verdades que no están en condiciones de comprender. Las preocupaciones de Hamlet superan en mucho las de la pareja de amigos. La figura de Hamlet, tan adusta y sombría contrapone la de los dos ingenuos cortesanos.  Estas oposiciones, tanto de mentes como de deberes, hacen parecer a los dos servidores como tontos y vanos, simples súbditos que son mano y no pensamiento de sus “amos”, especialmente cuando Hamlet recurre a evasivas o a su locura fingida.
    
           
LOS ALCANCES DE LA TRAGEDIA

     

  Con la representación de “La muerte de Gonzaga”, el carácter de Hamlet cambia. Se vuelve más agrio y cínico y su supuesta locura se agrava. Esta actitud tan ácida con el mundo afecta también a Rosencrantz y Guildenstern porque el buen trato que tenía con ellos al principio empieza a debilitarse y hacerse tirante y ellos no saben por qué. 

  No es para nada gentil, Hamlet, cuando, en el tercer acto, en la segunda escena, Guildenstern le lleva un mensaje de su madre.  Le contesta de mala manera: “Have / you any further trade with us?”. (10).  El asombrado Rosencrantz no cree a sus oídos y acierta a decir: “My lord, you once did love me.” (11) y más adelante le pregunta “Good my lord, what is your cause of distemper? you / do, surely, bar the door upon your own liberty, if / you deny your griefs to your friend” (12). Pero Hamlet ya está a millas de distancia de la antigua amistad. Necesita agriarse aún más para cumplir su venganza. En el acto cuarto, escena segunda, los compara con una esponja y dice que:

“But such officers do the
king best service in the end: he keeps them, like
an ape, in the corner of his jaw; first mouthed, to
be last swallowed: when he needs what you have
gleaned, it is but squeezing you, and, sponge, you
shall be dry again.” (13)

  Será cruel y despiadado y de ahí en adelante, los va a tratar como a extraños, como espías del rey, y jugará con ellos hasta lograr su muerte.
  La muerte es la única conclusión posible para estos personajes que nunca supieron en qué situación se encontraban. Hamlet ha matado ya, sin premeditación, a Polonio y no se ha arrepentido del crimen.  Su personalidad está empezando a aceptar la muerte y la idea de venganza está cobrando vigor en su interior. Poco a poco se da cuenta de que su pasividad no lo lleva muy lejos y de que la mejor forma de vengar a su padre es la acción. Hamlet se desinhibe a través de estas muertes y se prepara para la venganza. La muerte que dispone para Rosencrantz y Guildenstern confirma su carácter.  Parece claro que también ahora, como antes con Polonio, Hamlet ha actuado por impulso. Hamlet no se para a pensar que seguramente Rosencrantz y Guildenstern desconocían el contenido de un mandato real cerrado y lacrado. Sólo ve que sus antiguos amigos, sus viejos compañeros lo han traicionado y su espíritu no está para más traiciones. Los envía a la muerte y no se arrepiente nunca de su acción.

  Este crimen, dentro del contexto de la obra, queda casi justificado.  Digo “casi” porque las razones que pueda tener Hamlet no lo autorizan a desquitarse con ellos. Como dije antes, Rosencrantz y Guildenstern son marionetas de los reyes y de Hamlet y quedan atrapados en la red de caprichos de ambos. Rosencrantz y Guildenstern son juzgados y condenados por Hamlet porque no se dan cuenta del crimen de su padre y de quiénes son los culpables.  Hamlet tampoco tolera que sus amigos quieran conocer su secreto y que estén dispuestos a llevarlo a él, su amigo, a la muerte. Los considera entrometidos, en el acto quinto, escena segunda, cuando dice que “'tis dangerous when the baser nature comes / between the pass and fell incensed points / of mighty opposites.” (14) y esto le basta para justificar su caída.

  La muerte de ambos queda impune en una atmósfera de permisividad. Como público, aprobamos su muerte y nos alcanzan las razones de Hamlet pero, como hombres, nos condolemos porque sabemos que no fueron culpables ni siquiera de espiar a su amigo porque fue por mandato de un superior a quien debían respeto y obediencia. La aparente estulticia de Rosencrantz y Guildenstern no es más que fruto de la comparación inevitable con los personajes desbordantes que tienen a su lado. Ellos no son ni asesinos, ni intelectuales, sólo son amigos de Hamlet, ni muy tontos ni muy inteligentes, que quedan en las redes de una tragedia que ellos nunca pudieron reconocer.

  Queda planteada, entonces, la medida de la amistad de la pareja cortesana. Ellos intentan llegar al alma de Hamlet pero no lo logran y reciben gratuitamente una venganza que no se corresponde ni con sus obras ni con sus intenciones. La muerte les llega a manos del amigo al que querían ayudar y por una carta que les dio el rey Claudio, a quien también querían ayudar.  Mientras todos estos grandes personajes planean sus movimientos, los inadvertidos Rosencrantz y Guildenstern, sin saberlo, dan la vida en lugar de la de Hamlet. De esta manera, cumplen una misión mucho más alta que la que originalmente tenían y les cuesta la vida llevarla cabo.
    
    
CONCLUSION

     

  Rosencrantz y Guildenstern, aunque amigos de Hamlet, no son ejemplo de amistad en la obra. Quien cumple ese papel es Horacio y, a diferencia de la pareja de cortesanos, está enterado de lo que pasa en Dinamarca. Pero, aunque no son los amigos que Hamlet necesita concientemente, se transforman en un motivo para que éste se anime a la venganza.   

  Es evidente, y esto ha llevado a la crítica a decir que son falsos y, sobre todo, bobos, que no están al mismo nivel intelectual de Hamlet ni de los reyes. El hablar de Hamlet les resulta oscuro porque no entienden el doble sentido: ellos no tienen cómo reponer lo que el príncipe les dice, no tienen como referente el crimen del padre de Hamlet. Rosencrantz y Guildenstern no se manejan con el sobreentendido porque no tienen suficiente información, pero sí lo entiende el público porque ya está enterado de los hechos.  

  Que ambos estén desinformados y en desigualdad de condiciones con Hamlet y los reyes los redime. Esto no significa que son personajes veraces e inteligentes; son, más bien, de un nivel bastante normal, como el de cualquier persona, pero quedan disminuidos frente a los caracteres desbordantes y pasionales que tienen a su lado. El puente entre los reyes y Hamlet (ellos mismos) es imposible. Sus muertes son necesarias e inevitables: por ellos Hamlet salva su vida y encuentra la determinación para la venganza final.  

     
     
Notas (Para la versión castellana se ha usado la traducción de Salvador de Madariaga)
(1) La comedia es el modo como al rey
Probaré (Hamlet) la conciencia en buena ley.
(2) Mozos como él, iguales en crianza,
Vecinos suyos en edad y en porte,
(3) Suele hablar muchas veces de vosotros;
Y no hay hoy en el mundo, estoy segura,
Dos hombres a quien tenga mas apego.
(4) "¡mis excelentes amigos!", "buenos muchachos", "buenos amigos", "señores"
(5) Amigos, os dejo hasta la noche. Bienvenidos a Elsinor.
(6) ¡Qué viejos fastidiosos!
(7) por el derecho que me da nuestra camaradería, por la consonancia de nuestra juventud, por la obligación de nuestra amistad siempre mantenida
(8) Señor, nos mandaron llamar         
(9) De un tiempo a esta parte, no sé por qué, he perdido el buen humor, y dado de lado a los ejercicios que acostumbraba; y en verdad que todo ello pesa tanto a mi disposición que esta armazón hermosa, la tierra, me parece estéril promontorio; este dosel tan excelente, el aire, ya veis, este magno firmamento en vilo, este techo majestuoso tachonado de fuego de oro, todo se me antoja no más que inmunda y pestilente condensación de vapores. ¡Qué máquina extraña es el hombre! ¡Qué noble en su razón!; qué infinito en sus facultades; en su forma y movimiento, qué apto y admirable; en sus actos, qué ángel; en su comprensión, qué Dios: la hermosura del mundo, el modelo de los animales; y con todo, para mi ¿qué es esta quintaesencia de barro?
(10) ¿Teneís más que tratar con nosotros?
(11) Señor, antaño me tuvisteís afecto.
(12) Mi señor, ¿por qué os poneís tan fuera de tono? Bien veís que encerraís vuestra libertad al ocultar vuestras penas al amigo.
(13) Tales oficiales son al fin y al cabo los más útiles al rey: que los guarda, como un simio, en un rincón de la quijada, los primeros que se mete en la boca, los últimos que se traga; cuando necesita lo que habeís sonsacado, con apretaros, esponja, otra vez seca.
(14) Peligro corre el bajo entrometido
Entre estocada y estocada airada
De dos grandes opuestos
    
    

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