Asterión XXI

Revista cultural

           

 

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ESCRIBIR EL PARAÍSO

Antología crítica de la Poesía Universal

por Héctor Alvarez Castillo

   

ENRIQUE MOLINA

 (1910-1996)

  

Por otra parte, considero que más importante 

que la poesía escrita es el compromiso total 

de vivir la poesía.

Enrique Molina

  

La poesía es arte difícil y sagrado.

René Ghil

   

  La presentación de un poeta encierra un juego de secretos, de insinuaciones y de misterios, que trasciende al mismo texto que funciona como acercamiento a los poemas. Los antiguos daban al asombro el origen de la filosofía, lo que es válido para ese universo de conceptos y especulaciones no lo es menos para aquellos que velan el mundo y sus propias existencias con palabras:

¿No escuchas, Señor, lo nuevo,
cómo resuena y se estremece?
Llegan los heraldos
que lo exaltan. (1)

  Mediado por la creación cualquier detalle se transfigura en una visión fúndante y original.

  La poesía de Enrique Molina merece varias lecturas. Una vasta obra que al primer encuentro se presenta como una silva varia donde el rechazo y la negación pueden surgir en el ánimo del desprevenido lector. Formada con un fuerte caudal de imágenes y significantes que nos hacen presa de la saturación o el encantamiento, parece indicar su filiación con le surréalisme, sin que nuestro poeta adscriba en suma forma al movimiento. La conciencia se apodera de la escritura para luego hacerse a un lado y permitir la libre expresión del artista. En André Breton, l´escriture surrealiste Durozoi y Lecherbonnier escriben:

"...el poeta es siempre en cierto sentido un músico, ya
que la poesía surge en la conciencia, conducida por un 
ritmo interior, una cadena sonora que es inseparable
de su resultado. La escritura automática, por consiguiente,
obedece a unas condiciones de ritmo, de tono de intensidad 
y de timbre que la distinguen absolutamente del discurso 
lógico, apartado de este contacto orgánico con la música." 

Planteando en páginas siguientes:

"La pureza de la escritura automática dependerá igualmente
de la vigilancia del escritor, que de esta forma unirá en sí
mismo su subconsciente y su conciencia en una nueva síntesis. 
En este sentido cualquiera que sea el grado de autenticidad
del producto automático, la experiencia que dirige su 
producción continúa siendo la experiencia "surrealista" por
excelencia, aquella en la se adquiere la impresión de las
facultades."

                     

  Juicios útiles -junto a los epígrafes- cuando pensamos en Molina y tratamos de medir hasta qué punto su obra se independiza de aquella poética y, dejando de lado otras opiniones, cuánto toma de ella. A la poesía surrealista, como estos autores señalan más adelante, es falso considerarla como un tejido de absurdos, está legitimada por la sustancia que la colma.

  Enrique Molina nos muestra un mundo descubierto en viajes e intensas experiencias, tamizado por una melancolía que penetra la sensualidad, no volverás nunca a ese país de olor a mar, sin abandonar jamás el ejercicio de esa fina lucidez que se mueve por encima de lo escrito y se abre como clave de unión de todo su itinerario poético. Existen ideas y cosas que urge decir y ellas se manifiestan por medio del poema. La poesía pasa a ser un camino para el saber y para la comunión que se entabla con la naturaleza y los demás seres. Enrique Molina en ese caudal de imaginería y de vivencias, exhibe la pasión de un hombre que reconoce sus límites infranqueables y precisos, y que gracias al canto logra vencerlos y tornar vagos, desplazando esas imposiciones lejos de la palabra. En La vida natural confiesa:

Hemos luchado como perros yo y mi temperamento con su desnuda y salvaje inconsciencia. Una bestia se aferra a mi garganta como un lazo de lluvias. Y tú busca la sombría brasa de no hacer nada y de perder  pie. Busca en mí tu rostro y tu sombra de guardiana contaminada por la tortura porque no hay estrella más preciosa que toda esta hierba de las islas convertida en deseo.

 

  Enrique Molina es un poeta exuberante, un poeta que agita a sus lectores.

 

TAMBIÉN NOSOTROS

 
Sí, zarparemos con los últimos barcos.
Al mar también le duelen las piedras que lo ciñen,
cuando su ronca cólera no basta
a estremecer la muerte del pequeño marisco.
   
Apartadme de mí, de mi larga estadía.  
Siempre el rostro y las manos, el sueño y el espejo,
Podrías recordarme como al humo:  
para eso hay muelles de dulce declive.  
   
Eternas criaturas de la tierra,  
seguiremos andando debajo de las flores,  
con ligeras estrías azules en el hombro.  
Y acaso, reconozcan nuestros nietos por su pelo arbolado,  
por sus ojos de tristes nadadores  
y su manera de decir: "Otoño..."  
 
 
  
  
(1) Sonetos a Orfeo, Parte I, Soneto 18; Rainer María
Trad. Rodolfo Modern  

     

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 Rainer Maria Rilke
           

   

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