Asterión XXI

Revista cultural

           

Regresar

 

EVA, MITO Y VERDAD

 

por Héctor Alvarez Castillo

  

  Para muchos Eva fue lo que le faltaba a Perón, para otros ella es una cortina de humo que se dispersa sobre la figura del general, con la función oculta de empañar su trascendencia. La historia dice que ellos formaron la pareja más importante de nuestro país en el siglo XX. Una pareja con dos protagonistas que raramente se unen por amor o por conveniencia. Una coyuntura -el desastre de San Juan- le dio al destino la oportunidad que no fue desaprovechada por Eva. El militar con aspiraciones de estadista y la actriz que no deslumbraba por su talento, desde ese momento hasta la muerte de ella se unieron en disidencias, rechazos y aciertos.

  Nuestro juicio es breve. Fue una mujer que en la cresta de la ola realizó una tarea enorme donde abundaron gestos que delatan la carencia de una conciencia política basada en militancia, estudio, ideas y conceptos claros y precisos sobre la realidad nacional y el contexto geopolítico. Fue presa de una voluntad sanadora y ese fuego incendió todo lo que se le opuso, fuese bueno o malo, lo entendiera o no en su despliegue.

  En el imaginario argentino ella quedó más cerca de los humildes que el mismo general que la llevó a lo alto y nosotros creemos que su corazón sí lo estuvo, no tenemos dudas acerca de esto. Lástima que en la política corazón solo puede llevar al desastre. Y decisiones y conductas guiadas por arrebatos en los que se mezcla la compasión y el afecto, pueden -entendidos en un marco más integral- favorecer comprensiones reaccionarias del proceso social.

  Eva está en el mito porque su nombre tiene una carga de significados que sobrepasa cualquier valoración que pretenda ser objetiva y se conforme con meras descripciones y crónicas de la época. Es el ser humano que supera los límites, que no hace caso de ellos. Cuando los griegos iban dando vida a Occidente, en ocasiones semejantes -sin fotos, grabaciones ni videos- recurrían a relatos que nuestra racionalidad ya no nos permite concebir. Tal vez si Eva hubiera poseído la formación básica de un militante a la vez que sumaba un cuerpo teórico apto para comprender y manejarse de otra manera con la realidad, al dejar menos espacio para la ingenuidad, hubiese perdido esa prhonesis que hoy nos hace escribir acerca de ella. Perón poseía lo que a ella le faltaba, pero, carecía de esa vitalidad y sentimiento que no mide consecuencias. Él fue un correcto príncipe. Ella es el mito.
  

Regresar