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Ociosa juventud |
a todo subyugada, |
por delicadeza |
yo perdí mi
vida.
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¡Ah! ¡qué llegue el
tiempo |
del ardiente amor! |
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Me he dicho: deja, |
y que no te
vean:
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Y sin la promesa
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de más altos goces, |
que nada te
arredre,
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augusto retiro.
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Logré tal paciencia |
que olvido por siempre; |
sufrir y temores |
al cielo han partido, |
Y la sed malsana
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oscureció mis
venas.
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Así la Pradera |
librada al
olvido,
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henchida y
florida
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de incienso y cizaña |
al zumbido
arisco
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de cien moscas
sucias.
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¡Oh viudeces mil |
del alma tan pobre |
con sólo la imagen |
de Nuestra Señora!
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¿Es que se ruega |
a la Virgen María? |
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Ociosa juventud, |
a todo subyugada, |
por delicadeza |
yo perdí mi
vida.
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¡Ah! ¡que llegue el
tiempo |
del ardiente
amor!
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Jean Arthur Rimbaud
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francés,
1854-1891 |
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